La Teoría U nace de la mano de Otto Scharmer, profesor del MIT, en la búsqueda de entender cómo aprenden los sistemas complejos.
El futuro y sus desafíos demandan a los líderes actuar no solo en base a sus experiencias y conocimientos del pasado, sino conectando con el futuro que está emergiendo y desde ahí actuar.
Para sentir y conectar con ese futuro que quiere emerger es necesario cultivar la condición interior, o sea, no sólo depende de lo que uno hace y cómo lo hace, sino de la atención, intención y presencia con la que hace lo que hace, el lugar desde el que está operando. Es por esto que a esta teoría se la conoce como una tecnología de transformación social, ya que invita a cambiar el sistema operativo, a través de la conexión con dos preguntas: “¿quién soy?” y “¿cuál es mi trabajo?”. De esta manera, este proceso lleva a ampliar la consciencia, conectar con la intención más profunda y desde ahí salir a la acción, integrando la cabeza con el corazón y las manos.
La práctica de la Teoría U permite aprender del futuro y conectarlo con acciones concretas, generando transformación a nivel individual, organizacional y social. Es un proceso de aprendizaje basado en 3 grandes movimientos:
- Observar: Discontinuar las viejas maneras habituales de operar, los viejos hábitos de juzgar y sumergirse totalmente en la realidad que se está enfrentando, en aquel contexto que pueda enseñar más acerca de cómo actuar y responder a la situación.
- Retirarse y reflexionar: Dejar que el conocimiento interior surja, significa en realidad entrar en la fuente más profunda de conocimiento y de intuición de cada uno. No es solo escuchar lo que está queriendo emerger allá afuera, sino elegir cual es el futuro del cual cada uno quiere ser parte.
- Explorar haciendo: Propone pasar a la acción realizando un prototipo local, de ciclo rápido, para generar retroalimentación y evolucionar.
Para que este proceso opere es necesario cultivar la condición interior, esto sucede al desarrollar la habilidad de abrir la mente, el corazón y la voluntad.
Abrir la mente, es la capacidad de suspender los viejos hábitos de hacer juicios. Para ello, es necesario poner en práctica la curiosidad.
Abrir el corazón, es la capacidad de cambiar la forma de ver un problema desde un único punto de vista para integrar el punto de vista de los demás, para eso, es indispensable desarrollar la compasión que lleva a la escucha empática.
Abrir la voluntad, es la capacidad de dejar ir quien uno es y dejar entrar una nueva manera de ser para abrirse al mejor futuro emergente. Para lograrlo, es necesario ejercer el coraje que nos permitirá afrontar los miedos que aparecerán en el camino.
¿Por qué nos cuesta tanto lograr lo anterior?
Porque desde el momento en que uno elige transitar este proceso se enfrente con tres grandes enemigos que impiden acceder a la fuente más profunda de creatividad. Estos son la voz de los juicios que no permite tener una mente abierta, la voz del cinismo que dificulta acceder al poder del corazón y la voz del miedo que impide acceder al mayor SER.
El camino del liderazgo hoy lleva a atravesar este proceso, dejando morir lo conocido para aventurarse en territorios desconocidos. Por eso, el mayor desafío del liderazgo es la importancia de mantener fuerte la fuente de coraje para atravesar el miedo.